domingo, septiembre 30, 2007
El cinismo y la turbulencia
Fue un placer leer a Naomi Klein, en su reseña del libro La era de la turbulencia de Alan Greenspan Como siempre en la izquierda norteamericana, la autora del famoso No logo adopta un tono moralista. Klein se pregunta si los capitalistas salvajes, tienen escrúpulos. Específicamente la pregunta se refiere Alan Greenspan-el principal arquitecto de la catedral neoliberal, pero termina siendo una reflexión en torno al cinismo. Quizá yo soy muy reduccionista, pero con este tipo de argumentos vuelve siempre a mi mente el Príncipe, de Maquiavelli. El poder será el poder. Los que lo ejercen se valdrán de cualquier medio. Romperán cualquier norma, incluso las que desde ellos establecen. Su privilegio es precisamente dictar, romper y cambiar las reglas de la convivencia entre los seres humanos.
Klein se pregunta por la hipocresía de los poderosos: ¿Cómo son capaces? o bien, qué los orilla a simular una bondad que los demás vemos como inexistente? El poder nunca es absoluto, se ve acotado formal o intrínsecamente por las estructuras sociales de las que emerge. Incluso en los sistemas autoritarios, el poder no puede prescindir de una razón idealista ( en La era de la turbulencia se habla de la utopía de la avaricia). La dominación de los demás se consolida por medio de ideales religiosos, sociales, políticos, etc. Entre ellos los ideales humanitarios de toda índole. Ningún grupo poderoso ha prescindido de este tipo de justificación. Klein nos habla de su experiencia:
"Recientemente debatí con Greenspan en Democracy now! y me quedé atónita de que este hombre que predica la doctrina de la responsabilidad personal se rehúsa a asumir alguna.
¿Será relevante en algún modo que los capitalistas crean que benefician a la humanidad? Yo creo que no, porque el poder se ejerce la mayoría de las veces a través de un acto irreflexivo. Sus detentores tienen que dibujarse a sí mismos como si siempre tuvieran la razón moral, aún en los actos mas cobardes, más hipócritas e inclusive los más estúpidos. Si no son psociópatas consumados, se engañan a si mismos haciendo suyos los ideales más variados.
Los que llegan al poder son todos capaces de esta fé . Los aspirantes al poder que no la tienen, se quedan en el camino. La descripción de los movimientos de izquierda acerca del deterioro mundial es a grandes razgos correcta. Existe la concentración obscena de la riqueza, existen los genocidios rápidos o paulatinos y existe una política que los planea deliberadamente. Hoy incluso podríamos decir literalmente que el capitalismo está destruyendo el mundo. Pero si en el pensamiento de izquierda es muchas veces admirable el realismo del diagnóstico , nos es imposible escapar del escepticismo cuando llegamos a las soluciones del problema. Siendo Maquiavelli un demócrata, no fue ciego ante la relación entre el poder y la virtud. Nuestra desconfianza es una turbulencia contradictoria en medio de la fé revoluciónaria y utópica que tan frecuentemente se transforma en aquello que dice remediar.
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